miércoles, 5 de enero de 2011

Pinchar el globo

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Cuando le ponés todas las pilas a algo, cuando te copás con algo y cuando te pinchan el globo. Te pinchan un globo y caés en la realidad de que el esfuerzo vale muy poco y que la ilusión no vale nada. Cuando los que te quitan la ilusión son personas que amás, que admirás, que querés. Cuando no hay confianza. Cuando hasta en las cosas más chiquitas, más pelotudas no hay confianza. Cuando ya no sentís esa apuesta a tus cosas, a lo tuyo. Es cuando te ves sola, cuando te ves sin fuerzas, que todo ese mundo que te creaste desapareció con una palabra o con una frase, o con un gesto. Desapareció por otra persona. Con mala, con buena intensión pero hizo que desaparezca. Cuando las lágrimas brotan, sin parar. Cuando te duele la cabeza de tanto llorar y pensar que hiciste o que hacés todo mal. Que disfrutar y reirse está mal, que hacer chistes está mal. Que ilusionarse y luchar por algo está mal. Que no vas a llegar a ningún lado. Que no vas a tener éxito, que no vas a llegar al objetivo. Y te volvés a ver sola, y débil, y tratás de buscar esa fuerza que tenías, que no sabés a dónde fué a parar, quién se la robó. Y buscás buscás buscás, y no encontrás nada. Seguís sola.
Y no sabés para donde ir, ni con quién, ni qué carajo hacer con esas lágrimas.

martes, 4 de enero de 2011

El ideal del vuelo

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En el vuelo para irme a New York en diciembre, además de ir sola en general, viajé sola en la parte de la ventaanilla del avión, claro, estaba la ventanilla, yo, y un asiento vacío. Fué ideal, claro, para estirar las piernas de coté, para dejar la notebook, la cartera, lo que había comprado en el free shop, la mantita y la amohadita que te dan. También servía para dormir instantáneamente después de la comida pedorra del avión, dejándola en la mesita del de al lado y no tener que esperar a que pasen con la basura. También para robarle al otro el kit para dormir y los auriculares. No tenía que pedir permiso para ir al baño. Todo pintaba ideal, más cuando te acordás que al de American Airlines le hiciste jodas -no tan jodas- de que te sienten al lado de un soltero menor de 35 o que no te sienten ninguna señora molesta o que ocupe mucho espacio. Todo era perfecto, segunda fila luego de la puerta de emergencia. Claro que el que estaba en la primera fila de la puerta de emergencia, ese si era afortunado, ese podía estirar como quería las piernas. Tenía la mesita como si fuese un pupitre de escuela y todo era más cómodo para él. Además, estaba en mi misma situación: solo. Estaba sentado solo. Se pudo robar la mantita, la almohadita y los auriculares y encima, podía estirar las patas. Un guacho. Le tomé tanta bronca tanta bronca que creo que fué loco, ver lo bueno que estaba ese guacho. Guachísimo. No comió. Se tomó un whisky y durmió todo el vuelo. Un tipo que pintaba soltero, que se paró un segundo para ir al baño y bastó para quedar atónita. Alto, facherísimo, pinta de geek, pinta de sorete, con un pelo y ojos preciosos, pinta de macho, ojo, y claro, pinta de sorete. Toda la tecnología. Un ipad, iphone, medio apple encima. Debe ser yankee. No, era argentino, lo escuché hablar con la azafata. Tomó whisky, que macho. Hasta que se durmió. Y no se despertó en todo el vuelo. Ya había perdido las esperanzas, seguro es casado, seguro es fiel, seguro no le gusto, no le puedo gustar a nadie en un vuelo, estás crota, hinchada, incómoda y lo único que querés es llegar a algún lugar para dormir bien y bañarte.
Aterrizamos. Eran las 5:20 am. Migraciones de USA abría a las 6am, por ende, tuvimos que esperar en el avión 40 min. 40 min sin poder bajar las valijas de mano, sin poder sacarte el cinturón de seguridad. Claro qu este avión estaba repleto de argentinos y eso nunca se respetó. Cruzada de brazos, mirando un punto fijo, ojeras, pelo que hace lo que puede, escucho una voz. Una voz que venía de adelante. Del asiento del bombón, del papurro, del chongazo ideal. "Estás enojada? jaja!", no sé, no sé que mierda respondí. Nunca soy tímida, es la verdad, pero estaba en inferioridad de condiciones, él estaba divino y yo no, pero me hablaba. Y me habló un rato más, sí, no le habló a nadie, y me habló a mí. Me ayudó a bajar mi valija. Cuando bajamos, el estaba unas 5 personas delante mío en la fila para pasar a migraciones. Me hacía caritas en la fila. Se me caía la bombacha. No tardé nada en migraciones, nada. Fuí a esperar las valijas.

Cincuenta minutos esperando las valijas. Y cuando me quise acordar, ya no estaba. No lo encontré en la Gran Manzana. Tampoco en el vuelo de vuelta. Tampoco estos días en Buenos Aires. Pero lo encuentro siempre en mis sueños.