lunes, 15 de agosto de 2011

Volver

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=sDjG2q3JKV0?fs=1&w=425&h=344]

Cuando volvés de un viaje largo todo es distinto. La gente te quiere ver, aunque antes de irte pasaban la misma o mayor cantidad de tiempo sin encontrarse y nadie decía nada. Cuando no estás en tu casa cada vez que te conectas tenes muchos mails pero pocos mensajes de texto. La gente te pide cosas, te pide regalos y encargos porque cierran las importaciones, tus amigos te dicen de verte y que les cuentes de tu viaje cuando en realidad no hay mucho por contar... contar experiencias en los viajes se torna aburrido. No es lo mismo contarlo que vivirlo, pierde la magia. Para vos, inclusive, la genialidad de ver Venecia al bajarla y contarla se torna cliché, obvia, decir: "Venecia está llena de agua, una belleza", es una obviedad, es algo que se ve en las postales y cualquiera puede descubrirlo al buscarla en el google.
Pero viajar siempre es una experiencia maravillosa y renovadora. Cuesta volver a adaptarse. Cuesta bajar la información que uno tiene en la cabeza. Y en este viaje me agarró distinta, distinta a cómo saqué los pasajes, distinta a como planeaba para este blog y para la vida. Y me quedo con las calles de Venecia, con la belleza de Paris, con el teatro que ví afortunadamente casi todos los días, con la cantidad de libros que leí, traje y que llegarán en encomienda pronto. Con la ropa, la electrónica, la magia que siempre le encuentro a New York. Me quedo con eso, pero más me quedo con lo que aprendí. Aprendí a extrañar, a llorar, a sentirme sola. Es emo, leído así, pero yo nunca me sentí sola. Nunca. Un mecanismo de defensa impedía hacerlo y hacerme cargo de mi segundo-primer nombre (Soledad). Y este viaje me agarró así. Sola. Viajando sola y extrañando. Llorando en lugares donde muchos matarían por estar y burlando monumentos antiguos. Y así volví, riéndome de un primer mundo que me pegó un par de cachetadas y me despertó el corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario