miércoles, 1 de junio de 2011

Otoño

otoño

A mí antes no me gustaban los colores del otoño, los marrones nunca me quedaron bien, todo me parece un poco más melancólico, hace frío, que si bien me gusta, en oto´lo siento gataflora, siento que a veces hace frío y a veces calor, no sé que ropa usar. En las vidrieras reinan los marrones, caquis, las chicas empiezan a usar botas beige. Mi blancura se empieza a notar un poco más. Tengo que maquillarme en tonos dorados y, marrones, como ya dijimos, porque sino ya pasa a ser algo más de invierno que de otoño en sí.

Pero lo que menos me gusta de esta estación, a diferencia de la primavera, es que es de transición. Siempre hay cambios en otoño, siempre. Los amores de verano terminan, la ropa veraniega se guarda, se come más, se reactivan los negocios que cuando hacía calor y eran vacaciones no funcionaban, la gente tiene frío y busca desesperadamente a alguien para compartir el frío. Yo no soy la excepción, claro. Este otoño me sorprende con muchos cambios, todos en su mayoría buenos. Me sorprende con una temporada maravillosa, mostrando lo que hago, creciendo, rodeada de gente hermosa, talentosa y que me quiere. Me sorprende a punto de hacer un viaje de cambios, planeando cosas a mi vuelta, dejando otras y sin tenerle miedo a cambiar. No tengo miedo a arriesgarme a nada, y no tengo miedo de decir cosas que sí tenía miedo de decir. Me liberé con mucha gente que me hacía mal. Pude separar lo que me hace bien y lo que no. Lo que me sirve y lo que no. Lo que disfruto y claro, lo que no. Tengo nuevos proyectos que me hicieron indagar sobre un pasado no muy lejano y descubrí algo que ya no soy, que ya no quiero ser, y sobre todo, que crecí. Entramos en junio, el mes de mi cumpleaños, y estoy orgullosa de poder decir que no necesito que llegue el día que sumo un año más para afirmar que crecí, y que algunas cosas del pasado se amarronaron y cayeron en el suelo, como en el otoño.

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