viernes, 1 de junio de 2012

Pequeñas delicias de la convivencia.

No soy una persona ordenada. No soy adicta a limpiar, encuentro mis cosas igual en el quilombo, no noto ni percibo que haya algo tirado a mi lado, paso como si todo estuviese pulcro y ubicado "a lo Belu".

Le hecho la culpa de esto a mi madre, que nunca me dejó lavar un plato, ordenar, ni cocinar. No, mentira, la pasé bien en esas épocas en donde lo único que hacía era sentarme a comer y ni en pedo te llevaba un plato a la pileta.

Cuando comencé mi relación no podía entrar a la cocina, posta. Mis únicos acercamientos a ella fueron tres purés instantáneos que salieron aguados e incomibles (pero avanzaron uno al otro, ojo, el último fue un toque más espeso que el primero), se tomaban como sopa, no como puré. Me sentí mejor ya que el otro día cené en Pippo y me dieron uno similar, y me lo comí, osea que  mi novio en aquel momento podría haberse ahorrado la cara de asco.

Mi novio usaba unaespeciede método para invitarme a ordenar: preguntaba "y qué hacemos con esta bombacha?", "y cómo podremos organizar esto?", "qué te parece si cortás este tomate?". Me tiraba tips sobre convivencia. Me convocaba a la reflexión sobre algo que para mí no era un problema, que estaba acostumbrada.

Me costaba mucho reconocer que arrancaba una convivencia. Sentía que como todavía en mi casa materna tenía mi taza de campanita, por ejemplo, no estaba completamente instalada. Tenía todavía allá mis perfumes, varios de mis zapatos y mis libros, claro.

Sentía que tal vez si no reconocía el estar viviendo en este departamento me desvinculaba con todo tipo de quehacer doméstico. Me negaba a ser Susanita, creía que al momento de empezar a decir sí, vivimos juntos me convertía en su sirvienta, en su esclava, en su maria la del barrio. Intentaba mantener el romanticismo de el noviazgo en casas separadas pero cada vez se me hizo más difícil ya que todo el tiempo estábamos juntos. Cada vez más dormía con él y las horas se hicieron días, los días se hicieron meses, todos decían que sí y yo decía que no hasta que llegó el momento en que dije ok. Ok!. Ok, estamos viviendo juntos. Ok. Sí, ok. Y ahora?. Me parecía de más hablarlo, charlarlo. No sé, decirle che, qué onda, estamos viviendo juntos?, nos vamos a casar? voy a engordar cada día un poco más hasta que me tenga que mandar a hacer mi ropa por una modista porque no encuentro talles?, voy a tener que dejar mis actividades y de ver a mis amigas?, se acabó el sexo?, mis papás van a hacer un playroom en mi cuarto?, qué somos????? qué estamos haciendo??? vos también sos de los que dicen que estamos viviendo juntos???.

Un millón de preguntas rondaban mi cabeza y no podía encontrar la manera de decir una especie de a la convivencia.

Hasta que encontré una forma, no sé si la mejor, pero sí la que me salió.

Me cambié la localidad en facebook.


(y no fue tan grave)



No hay comentarios:

Publicar un comentario